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jueves, 2 de julio de 2015

RYGA

  -¡¡¡Ryga!!!, ¡¡Ryga!! Pequeña, apenas has comido. ¿Qué te pasa? ¿Cansada?
  -¿Eh... ? Papá... el cielo aun está oscuro...
  -No pasa nada. Sobrevolamos el mar ahora. Aun falta para llegar. ¡Y mira que nubes! ¡Parece que se avecina una tormenta! Pero no te asustes, pequeña. ¡Todos los aviones del mundo llegan a su destino!
  -¿Y qué pasa si éste no?
  -Jajaja. Vaya, menudo optimismo gastas, pequeñaja. Si papá dice que todos los aviones llegan a su destino, ¡es que llegan! ¿Cuándo papá se ha equivocado?
  -Ejem...
  -Menuda cara has puesto... Bueno, dale otro bocado a tu hamburguesa. ¡Come algo, nena! Mira que canija estás... ¡a este paso te quedarás en los huesos!

  El señor Taransil trataba de animar a su pequeña hija, quien mostraba los ojos semicerrados y soñolientos. Ryga era una niña de cabello oscuro y piel pálida. Tras las varias horas de vuelo en avión mostraba cansancio, dejada caer sobre su asiento con una postura informal mientras frotaba con sus manitas sus sonrojadas mejillas.Vestía una sudadera azul con rayas rojas, bastante gruesa y abrigada, pantalones vaqueros azules y estrechos y unas zapatillas deportivas blancas. En el asiento de la derecha y junto a la ventana estaba su padre. El señor Taransil era un hombre de mediana edad, oscuro cabello y algunas canas, delgado, pálido y bien vestido. Su profunda y seria mirada era la primero que llamaba la atención del señor Taransil. Un señor de temperamento serio que cambiaba drásticamente cada vez que se dirigía a su pequeña hija, a la que hablaba con bromas y dulzura. El señor Taransil no paraba de mirar por la ventanilla del avión, observando el cielo nocturno y unos grandes nubarrones que se dibujaban en el aire. A la izquierda de Ryga estaba su madre, algo más jóven que su prometido, cabello largo y castaño y un rostro hermoso. Llevaba puesta una gran gabardina que la resguardaba del frío nocturno. Ella permanecía en silencio, una cálida sonrisa se dibujaba en su rostro mientras observaba la conversación del padre con la niña. Ryga abría sus ojos de un color vivo y acaramelado, observando la mesita que tenía delante de ella, sobre la cual estaba su cena: un plato con una hamburguesa medio comida, entre otros alimentos.

 Dentro del avión había unas cuantas decenas de viajeros, todos silenciosos y cansados, pues habían sido ya varias horas de viaje. El avión no era muy grande, dentro se respiraba un ambiente muy acogedor. En el exterior todo era frío y oscuridad, y debajo un inmenso mar, que ya ni si quiera podía verse desde las ventanas debido a las grandes nubes negras que ahora inundaban el cielo.

  -Vamos, come un poco.- insistía el señor Taransil.
  -No tengo hambre... a esta hora nunca tengo hambre... Además, me siento cansada.
   Ryga se agachó para buscar una pequeña mochila debajo de la mesilla. La colocó sobre sus piernas, la abrió y rebuscó. Sacó de ella un libro para niños, lo abrió y se dispuso a mirarlo con gran interés.
   -Como te decía... ¡las niñas que no comen jamás crecen! ¡ja,ja! Seguro que no quieres quedarte tan peque... ¿Ryga...? ¡Ryga! ¿escuchas algo de lo que te digo?
  Estaba totalmente ensimismada. Sus ojos grandes y acaramelados ahora estaban fijos en su libro.
   -Ah... tus libros de animales... a ver... ¿cual has cogido? ¿de qué trata? ¿me harás caso ahora si me intereso por tus cosas?
   -Papá, ya sabes de sobra cual es mi favorito. ¡mis animales favoritos, digo!
   -"Los habitantes del mar". Los calamares, delfines, almejas, ballenas...
   -Tiburones, pulpos, caballitos de mar...- Ryga continuaba la frase de su padre.
   -Sirenas... ¡jaja!-finalizó su padre entre sonrisas.
   -Papá. ¡no te tomes a risa mi libro!-Ryga parecía molesta.
   -Bueno... bueno... ¡jajaja! Si tomaras el colegio con la misma seriedad que tus moluscos...
   Ryga sacó la lengua con un gesto de burla.-¡Me encantan! ¡ya lo sabes!
   -Cuando crezcas igual llegas a ser una gran exploradora de las aguas. ¡Ya sabes! Algún día te llegarías a sumergir para ver a tus criaturas marinas de cerca.
   -Bah... Y no necesito verlos "de cerca" para que me gusten.
   -Bueno, ¡lo que tienes que hacer es comer antes de que esa ropa te quede más grande! Pronto vas a desaparecer en esa sudadera de lo delgada que te vas a quedar.
   -Mido 1.36, 30 kg. ¡Ja! Suficiente para una niña de mi edad.-rechistó Ryga.
   -¡Jajaja! Que niña tan graciosa.-una tercera voz intervino en la conversación. Del asiento de alante se habia girado hacia ellos una señora mayor, bien vestida y entrada en carnes; de un cabello castaño, largo y ondulado y que vestía una enorme chaqueta de piel del color del cabello.-durante todo el trayecto la he estado escuchando. Se expresa muy bien para la edad que tiene. ¡Es una niña muy lista!
   -Osea... ¿graciosa? ¿me vio cara de payaso? -exclamó Ryga.
   -¡Ryga! ¡Por favor!  La señora quiso decir que le caes bien. Que te encuentra simpática, no que seas una cómica. Esta niña, siempre tomando todas las cosas al pie de la letra...
   La madre, que no había intervenido aun en la charla, se unió a la tertulia:
 -¡Jaja! Se parece a su padre.
 -¡Sí! Se parece más a él que a usted. Tiene su mismo cabello, su misma piel.-asintió la mujer.
  -Pero mis ojos-sonrió la madre.
  -¡Que sarta de estupideces, por favor!
   Los tres adultos clavaron sus ojos en la niña, con sorpresa.
   -Vosotros los adultos siempre hablando cosas absurdas. ¡Y tan absurdas! Que si se parece a "a tal" o que si se parece a "cual"... ¿y qué mas da a quien me parezca? ¡a quien le importa! Es siempre lo mismo. ¡Estupideces! ¡Sinsentidos! ¿Por qué cuando dos adultos apenas se conocen sienten esa absurda necesidad de hablar tonterías? ¿para evitar incómodos silencios? ¿para no hacer el ridículo? Piensen que  en realidad se ven más ridículos cuando sacan temas de conversación inútiles que estando callados.
   -Ryga... Trago saliva. ¡Vaya maleducada!-exclamó su padre con cierto enfado en la voz.
   -Pide disculpas a la señora. Lo siento, las horas de avión le han embotado un poco la cabeza. De ahí su mal humor.-insistió la madre con indignación.
   -¡No es mal humor! Es más, no estoy enfadada. ¿Acaso expresar mi opinión tiene que significar enfado?

   Mientras tanto la azafata: una chica alta, rubia y de sonrisa impecable caminaba de un extremo a otro del avión, se le veía intercambiar palabras con los pasajeros. Un televisor colgaba del techo, estaba encendido y televisaban algún tipo de evento deportivo, pero nadie parecía mirarlo. Ryga, de momento, estaba otra vez ensimismada con su libro de animales marinos. La corpulenta señora del asiento de delante prosiguió con la conversación:
   -No. ¡Si tiene razón! Los niños acostumbran a darse cuenta de cosas que los adultos no percibimos. Quiero decir, las sabemos, pero es algo tan inconsciente que ni nos paramos a pensarlo. El hecho de sacar temas poco interesantes cuando no sabes mucho de la persona que tienes delante. Uffff... Mejor sería conversar sobre alguna afición que tuviéramos. Pero claro, ¿y si la otra persona no lo encuentra interesante? Una nunca sabe como acertar. ¿Qué opinas tú Ryga? ¿Se llama Ryga? ¿no?
  -Sí. Ryga Taransil-respondió la madre.
  -Opino que por fin dice algo lúcido.-dijo la niña.

   El señor Taransil observaba ahora la televisión. Sus ojos iban y venían hacia dos puntos concretos: las nubes oscuras que aun divisaba desde la ventanilla y el programa de TV. De vez en cuando giraba la cabeza, echaba un vistazo al cielo y luego volvía a mirar el evento deportivo que televisaban. Pensaba para sí mismo que era el único en prestar atención a la TV, el resto de pasajeros parecían exahustos y con sueño. El señor Taransil se habló a sí mismo en voz alta:
   -¡Y comienzan la temporada con este juego tan malo!-(se refería al deporte que televisaban).
    Una voz sonó entonces desde los asientos de atrás:
   -Hace años que no están a lo que tienen que estar. Desde que la industria deportiva mueve tanto dinero... Jugadores demasiado bien pagados significa poco incentivo por ofrecer buenos partidos.-era la voz carrasposa de un señor de avanzada edad. Sus largos pelos canosos daban la sensación de ser un hombre muy vivido. Llevaba encima una chaqueta roja y vieja, y una boina negra sobre la cabeza. Unas gafas enormes descansaban encima de su nariz de gran tamaño y apenas dejaban entrever sus diminutos ojos azules. El señor Taransil se volvió hacia el hombre, feliz de no ser el único del avión que seguía el partido:
   -¡Ni que lo diga usted! Siempre fueron mis favoritos desde niño, pero ya no se puede decir que este deporte es lo que era. ¡Vaya decepción!  ¿Pero sabe qué? ¡La culpa es de nosotros! Los fanáticos pagamos para ver sus partidos: compramos las entradas, de la misma manera que pagamos la televisión por cable para verlos en directo. ¡Incluso ahora pagaría por ver un partido de ellos! Me tragaría mis palabras... porque los eventos deportivos son el gran vicio de nuestro tiempo.
   -¡Casi le doblo en edad, señor! Viví su época dorada cuando usted aun se comía los mocos. ¡Ya le diré yo lo que es ver buen juego!-protestaba el viejo, alzando la voz-. Y su juego es su trabajo. En unos pocos años cobran más que usted en toda su vida, le recuerdo. ¡Cuando dejemos de pagarles ya verás si espabilan!
   -¡Es lo que digo! ¿acaso no ve que compartimos opinión? ¡Es lo que he dicho antes! ¡La culpa es de nosotros, los fanáticos!
   -¡Ya! ¡Y bien le he oído decir que gustoso pagaría la entrada! Dígame... ¿acaso subiría a los aviones de saber que los pilotos no son buenos pilotos?, ¿eeeh?-le seguía insistiendo el viejo.
   -Jajaja... Disculpe pero eso es totalmente... -replicó Taransil cuando fue interrumpido por el anciano.
   -¡No, no, no! ¡Dígame! ¿Lo haría? Suponga usted que de un momento a otro deja de exisitr incentivo alguno para que los pilotos de este avión hagan bien su trabajo. ¡Vamooooos! ¡Imagínelo! Da igual lo que haga, señor piloto. ¿Lleva tres días sin pegar ojo? Adelante, ¡súbase al avión! ¿está usted borracho, señor piloto? ¡Vamos, haremos el vuelo más divertido! Haga unas vueltas de campana, ponga el pájaro boca abajo... ¡estréllelo contra una montaña! En fin... ¡Si lleva paracaídas! Cobrará lo mismo y no le exigieremos responsabilidad penal. ¡Todos cometemos errores profesionales!-la estúpida ironía del viejo desató de nuevo la réplica del señor Taransil.
   -Jajajaja. ¡Viejo chiflado! Si un jugador se pasa la temporada haciendo malos partidos al menos no acaba con la vida de ningún aficionado. ¡Lo que hay que oir! ¡Y habla usted como si ningún avión se estrellara!
  Ryga aparató la mirada un instante de su librito de animles, y con los ojos como platos miró a su padre:
   -¡Papá...! ¡Dijiste que ningún avión...!
   -¡Oh...! Eh... ¡Por supuesto! Verás cariño... lo que intenba decir es...  ¿Ve? ¡Ya me va a asustar a la niña! ¡Deje el tema!

   Aquel viejo dejó la discusión entre susurros y a regañadientes. Bajó su brazo hasta el pantalón y hurgó dentro de un enorme bolsillo hasta dar con una pequeña cajetilla metálica y dorada. Sus grandes y gruesos dedos abrieron la tapa y de la cajita sacó un puñado de caramelos de menta Con un movimiento enérgico se llevó unos cuantos a la boca. Ryga había vuelto sus ojos hacia el extraño anciano, había clavado fijamente su mirada en aquel rostro arrugado; observaba con cierto asco como masticaba los caramelos. Con cada abrir y cerrar de boca entreveía los hilos de saliva que atravesaban su boca, desde los dientes de abajo a los de arriba. No sabía explicar muy bien por qué, pero aquel viejo le había causado una sensación desagradable, una mezcla entre miedo y repugnancia. Quizá debido a esa conversación sobre aviones y pilotos irresponsables. La niña decidió girar de nuevo la cabeza y mirar a la señora que estaba sentada delante. Lo cierto es que la señora le había parecido más agradable, muy a pesar del mal pie con el que comenzaron las presentaciones. Detrás aun rechinaban los crujidos de los caramelos que el viejo masticaba y esto la estaba poniendo nerviosa...

   La azafata bajaba a través del pequeño pasillo que transcurría entre las hileras de asientos, con paso firme hasta que estuvo a la altura del señor Taransil. Le ofreció la mejor de las sonrisas:
   -¿Café, señor?
   -No, gracias.
   -Señor, lamentamos los problemas con la calefacción. Los mecánicos están tratando de repararla. Esperamos que no tarden mucho y disculpen las molestias. Sepan que sería conveniente abrigarse mientras tanto, los cambios de temperatura nunca son buenos. ¿Algo más para la niña?
   -No, gracias. Aun no se ha terminado la cena.-respondió el señor Taransil regalándole una leve sonrisa- ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Algún problema?
   -Nada preocupante, señor. Algo de las baterías. No creo yo que tarden.
   -¿Saben algo sobre ese cielo tan nublado? ¿Se avecina una tormenta imprevista?-Taransil aprovechó para preguntar a la azafa sobre el tiempo atmosférico que advertía hace rato desde las ventanillas.
   -Preguntaré a los pilotos. Les insistiré que contacten con torre de control para que les informen. Enseguida podré dar noticias a los pasajeros si se va  a sentir más tranquilo.
   -Gracias.

   La azafata se alejó con dirección a la cabina. Hacía un buen rato que la calefacción había dejado de funcionar, y la noche era fría, muy fría. La madre de Ryga se acurrucaba en su enorme gabardina, e hizo el amago de abrazar a su hija para hacerla entrar en calor. Sin embargo, la niña decidió zafarse con un gesto burlesco y se incorporó hacia adelante, asomando la cabeza al lado del asiento donde estaba la señora corpulenta.
   -Disculpe. ¡Señora...! ¡Señora!-la llamó y ésta se giró hacia ella.
   -Dime, niña.-le devolvió el llamamiento con un gesto cálido.
   -Verá.. Siento mucho haberme comportado como un grosera...
   -Oh... ¡No pasa nada! Jajaja. Me gusta tu sinceridad. Y sigo pensando que eres una chica muy inteligente y madura. La manera en la que hablas no es propia de una niña tan pequeña.
   Ryga puso cara de extrañeza. No entendía por qué siempre los adultos se sorprendían con su comportamiento. De alguna manera se sentía molesta con la idea de ser una niña excepcional, como si la inteligencia no pudiera ser algo normal en los niños. Siempre fue una chica muy avispada y bocazas y a punto estuvo de retomar la discusión, pero esta vez se contuvo. Estaba decidida a entablar amistad con la amable señora, así que tuvo una idea.
   -Verá... Usted dijo que una buena manera de conocerse es hablar de algo que nos guste. Y yo había pensado que tal vez le interesaría escuchar algo de mi libro. Trata sobre las criaturas acuáticas. ¡Me fascinan!
   -Por supuesto, pequeña. Espero con interés lo que quieras contarme...
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jueves, 27 de noviembre de 2014

TRAILER INTRODUCTORIO


¿EL PLANETA MEGA-NÔR?

PARTE 1

La estrella se alza roja al amanecer, impregnando el árido paisaje con sus rayos de luz anaranjados. Kilométricas extensiones de tierra rojiza dibujan el suelo de este desértico planeta. Un ejército de rocas invade casi toda la superficie, estáticas y vigilantes de los crepúsculos. Largos cañones rocosos, algunas mesetas y dunas de polvo cobrizo completan la mayor parte del mapamundi en el planeta Mega-Nôr, cuya descripción nos ocupa. El entorno rocoso y polvoriento del planeta es acompañado por la escasa vegetación que ha logrado adaptarse al clima seco: algunos arbustos grisáceos y plantas de hojas verdes y altas que se alzan desde la tierra. La vegetales son duros y resistentes contra los vientos que soplan en el desierto. Durante el silencio de la tarde, se puede escuchar el soplo del aire y el polvo golpeando las rígidas rocas. 

            En Mega-Nôr viven seres inteligentes, parecidos a nosotros en anatomía. A primera vista no los distinguirías de nuestra especie, salvo por su desarrollada inteligencia emocional y tecnológica. Los habitantes de Mega-Nôr ocupan dos grandes núcleos urbanos: uno de ellos en la zona central de la esfera planetaria, donde han construido las llamadas “Urbes de Mega”: una red de carreteras y calles con edificaciones que acogen a 600.000 habitantes. Estas urbanizaciones se parecen a nuestros pueblos y ciudades actuales. También es conocida como “la población del suelo” y abarca cientos de kilómetros a través del rojo desierto. Al este de las urbes está el Mar Dorado, un inmenso lago que recibe su nombre del color oro de sus aguas.

            Otros 400.000 habitantes viven en el cielo, en la gran ciudad flotante de Bodh, una gigantesca esfera de color cobre que está suspendida en el aire por encima de las urbes del suelo. Ciudad Bodh es el centro del desarrollo tecnológico y científico para los habitantes del planeta. La mitad inferior de su esfera resplandece y refleja la luz como si fuera metal. Por dentro toda una ciudad cobra vida a través de un complejo laberinto de pasajes, avenidas y construcciones cuyos niveles superiores llegan a tocar las nubes. Su mitad superior alberga una cúpula gigantesca que envuelve las infraestructuras más altas de la ciudad y que está hecha de algún material transparente parecido al cristal pero casi indestructible. La ciudad también puede abrir grandes ventanales transparentes desde su nivel inferior, lo que proporciona unas maravillosas vistas aéreas del planeta. Ciudad Bodh puede girar sobre si misma e incluso desplazarse en cualquier dirección. Se cuenta entre los habitantes del suelo que la ciudad flotante es capaz de viajar por el espacio. Que los primeros habitantes de su especie llegaron al planeta a través de la ciudad tras un largo viaje desde un rincón lejano del universo... y entonces se instalaron en él. Algunos bajaron al suelo terrestre y ahí siguieron construyendo sus hogares      

            La estructura social de ambas poblaciones es peculiar y diferente. La organización de los 600.000 habitantes del suelo es horizontal. Esto quiere decir que carecen de líderes que los gobiernen. Apenas están sujetos a ningún tipo de imposición ni normativa. Los habitantes del suelo crecen y viven libres en un entorno pacífico. Juntos construyen una sociedad en la que cada uno de sus miembros es importante. Subsisten gracias a la crianza de animales, la agricultura y el comercio. 

            Sin embargo, Ciudad Bodh se organiza a través de un gobierno vertical (como nosotros, los humanos). En los estratos de abajo están los obreros, los comerciantes, empleados del sector servicios así como los mecánicos y operarios que velan por el buen funcionamiento de la ciudad. En la siguiente capa se encuentran los ingenieros, científicos, docentes, médicos y todo aquel personal dedicado a la investigación y el avance tecnológico. Por encima están los astronautas y pilotos, aquellos que exploran el planeta y el espacio, cuya labor es muy valorada. En el siguiente estrato está la milicia; Ciudad Bodh también alberga un pequeño ejército, personal entrenado para garantizar la seguridad y el orden. Y en última instancia el Consejo de Políticos, del que forman parte trece personajes siendo dos de ellos de suma importancia: el Intendente, administrador de la ciudad flotante, la voz del consejo político, figura pública y máxima autoridad militar. Y en la cúspide, la figura de “el Principal”, gobernante y fundador de Ciudad Bodh desde el principio de los tiempos. De estos personajes hablaremos más avanzada la historia.

            La diferente organización económica entre Las Urbes de Mega y la Ciudad Bodh es también notable. Ciudad Bodh tiene su propia divisa de curso legal: el bodhón y el diamadro. Siendo el primero una moneda de circunferencia metálica y plana, de un llamativo color verdoso; en una de sus caras se dibuja una representación de la ciudad flotante. El diamadro, por su parte, consiste en una pequeña doble pirámide (octaedro) tallada en un mineral blanquecino y transparente cuyo valor supera al del bodhón. Los sueldos de los ciudadanos son pagados en bodhones y diamadros y varían dependiendo de la actividad desempeñada en la jerarquía piramidal de la sociedad. Aquellos que ocupan cargos más altos de la jerarquía gozan de mayores sueldos y viven en las casas de los niveles superiores. En la semiesfera inferior se sitúan las viviendas de las clases más bajas, a su vez con menor poder adquisitivo. No existe el dinero en las poblaciones del suelo, siendo el trueque el modelo de negocio más común. A su vez es constante la cooperación comercial entre las urbes del suelo y la ciudad de Bodh. Los habitantes de la tierra abastecen de alimentos a la ciudad flotante. Y los de arriba proporcionan ayuda tecnológica a la población del suelo, siempre más atrasada en ese campo. Desde que el planeta fuera poblado, los habitantes del aire y la tierra han coexistido en paz y armonía.

            La ciudad flotante posee un complejo sistema de ascensores capaces de bajar y subir a tierra para transportar personal y mercancías. Como tentáculos gigantescos que se descuelgan de la misma esfera y se aferran al suelo. Para nosotros, la Ciudad Bodh es una urbe retrofuturista, una maravilla tecnológica muy distanciada de  nuestra  civilización actual. Quedaríamos atónitos ante su sistema antigravedad, que la mantiene suspendida en la atmósfera del planeta como una perla metálica que resplandece durante el día. Su complejo entramado de viviendas conectadas por puentes que van ascendiendo hasta niveles cada vez más altos... hasta los inmensos rascacielos triangulares de la zona superior terminados en brillantes puntas de aguja. Sus hermosos parques verdes; e incluso existen lagos en el interior de la ciudad. Aun más nos sorprendería contemplar a sus habitantes pilotando vehículos voladores con forma de burbujas transparentes o los atareados robots con inteligencia artificial. La gigantes cúpula que la envuelve, capaz de abrirse y cerrarse, tan gigantesca como la ciudad misma. La urbe se concibe ante nosotros como un gran espectáculo futurista que escapa a nuestra imaginación.
            Llegados a este punto te preguntarás: ¿por qué tal similitud entre los habitantes de Mega-Nôr y nuestra especie? A lo largo de la historia descubrirás la relación entre ambos. De momento, aquí un adelanto: los seres inteligentes de Mega-Nôr no son humanos, sino otra versión diferente de los mismos, que ha alcanzado un nuevo estado de madurez científica y emocional. Al contrario que nosotros, para ellos no existen las guerras ni la destrucción, ni la maldad ni la opresión; incapaces de asesinar a otro ser sin necesidad. No existen las religiones y se respetan las distintas formas de pensamiento. Se constituyen como una sociedad que coopera a través de las relaciones pacíficas. Jamás hubo guerra entre los habitantes de Mega-Nôr y es para ellos matar algo inconcebible y doloroso. Manifiestan y fomentan el respeto hacia la vida...

            La vida es larga e infinita para los habitantes de Mega-Nôr. Todos los ciudadanos del planeta han sido artificialmente concebidos inmortales y estériles. No envejecen... Desde el gobierno de Ciudad Bodh se han establecido estrictos controles de natalidad que mantienen el total de la población alrededor del millón de habitantes (unos 600.000 en el suelo y 400.000 en la ciudad flotante). Esto es así por cuestiones de prosperidad y supervivencia, para evitar una sobrepoblación en el planeta con escasos recursos. Pese a nacer genéticamente modificados, la condición de inmortalidad y esterilidad es reversible. Esto es: todo habitante del planeta Mega-Nôr tiene derecho a recibir un tratamiento de mortalidad si lo desea. También tienen derecho a pedir un permiso de reproducción al gobierno de Bodh, que les será concedido en valoración del crecimiento actual de los núcleos urbanos y los recursos. Ésta es la única restricción que comparten los habitantes del suelo con la urbanización del aire, pues recordemos que éstos no estaban sujetos a ningún tipo de jerarquía ni forma de gobierno...